Verdad o Consecuencias.

Llevaba dos semanas en las que la monotonía de mí existir diario eran 3 cosas: comer, dormir y pasar horas frente a la computadora, esta última actividad se había transformado en mi ventana y salida al mundo. Por aquel entonces para alguien “x “como yo, no existían grandes amistades, novia ni un entorno social aceptable como para pasar los eternos días de verano. Todo se había transformado en un vivir por inercia, daba igual el mañana y exactamente lo mismo el presente, en fin, la vida era algo agotadora.

Uno de aquellos día, llegadas las 12 pm. me despertó el olor de la comida de que preparaba mi madre, era algo tarde y estaba envuelto en transpiración, hacía un calor insoportable. La cabeza me dio vueltas y todo esto me dio nauseas: el olor de las sabanas, los más de 25 grados que hacían a esa hora, un singular dolor de espalda (supongo que por hacer tanto ejercicio), el olor de la comida y los gritos de mis hermanos peleando por ver la televisión; todo ese mal estar me dio ganas de hacer algo diferente, en realidad me “auto di asco”, me sentí mal y me molesto.

Esa tarde quise salir, hacer algo por mi existencia, no sé, tener algo de vida por ultimo; entonces me junte con unos tipos que conocía y decidido a hacer algo provechoso o más digno que pasarse el día entero junto a la computadora y salimos a beber algo, acordamos juntarnos en un nuevo bar que se había inaugurado hace un par de días en la ciudad, se llamaba “verdad o consecuencias”, el nombre me era interesante y me llamaba la atención, siempre escuchando nombres bohemios, siglas y simplones títulos que me dieron ganas de conocer algo diferente.

Al llegar al lugar, me recorrió todo el cuerpo una sensación extraña, la noche fría, el letrero de neón gastado y ese título que ahora me parecía burlón y extraño, como indicando las crónicas de cosas que vendrían, me perturbaba en cierta forma, pero el gusto al alcohol pudo más esa noche. Entramos directo hacia el fondo del local, era pequeño, con mesitas rusticas de madera, se escuchaba una leve música algo psicodélica obviamente de los 70 o algo así. Había un grupo de tipos sentados en una esquina y una pareja en la entrada y la mesera que nos atendió tenia cara de prostituta, con ojos cansados y una voz casi inaudible. En resumen el cuadro era pintoresco y la llegada de mi vodka y ron para los muchachos me tranquilizó un buen rato.

Pasadas las 3 am. Salimos con la intención de encontrar un taxi que llevara nuestros alcoholizados cuerpos a “hogar dulce hogar”, lo malo es que estábamos tan borrachos que no alcanzábamos a darnos cuenta cuando pasaba alguno, era ridículo: 3 tipos semi-conscientes abrazados, jugando al “¿somos o no somos amigos?”. Definitivamente era algo sórdido y pretendía no ser recordado.

Así es que mejor decidimos caminar a casa, llevábamos a pie unas 4 cuadras de aquel antro cuando uno de estos tipos, Alex, el más estúpido de la camada se le ocurre hacer un par de jugarretas de borrachos, el muy inteligente se recordó que uno de nosotros no había terminado de beber su trago y debía pagar una penitencia por aquel sacrilegio. Como el no recordaba bien quien era hecho una moneda al aire, en eso salió cara y significaba que yo debía ser el monigote de dos borrachos por un rato. Santiago, el otro tipo, indico una casa y a Alex se le ocurre la brillante de que yo entrara en la casa de “madame loca”. La anciana en cuestión era toda una leyenda urbana, la típica vieja solterona y loca, que vivía entre innumerables gatos, recuerdos añejos, fotografías de tiempos pasados, tejidos y cuanta basura se les podía ocurrir. Ella nunca salía a la calle y vestía como si el calendario se hubiera detenido a principios de siglo, con vestidos largos y apolillados y un singular pañuelo rojo en el cuello que por nada del mundo se sacaba; al menos yo de niño nunca la ví sin dicho harapo.

A simple vista el truco era fácil, entrar por una ventana o alguna puerta trasera y darle un buen susto a la vieja. En parte me gusto y sonaba algo divertido, la puta anciana se daría el susto de su vida, yo pagaría la penitencia y todos seriamos felices, hasta la anciana tendría algo de compañía por unos minutos (¿esa era una buena acción o no?).

Al acercarme a la casona me sentí extraño nuevamente, como si el presagio que anunciaba aquel letrero volviese a mis pensamientos, ese neón brillante y ese título que me seducía con su desconocido destino, me sentí confuso por un rato pero los gritos de los dos imbéciles que me alentaban a entrar por la ventana me trajeron de nuevo a la pequeña aventura que me daría aquella noche.

Una de las ventanas de la vieja casona estaba algo abierta, algo extraño para una anciana desconfiada, paranoica y algo loca pero no pensé objetivamente y entre sin medir consecuencias. Estando dentro pude apreciar donde diablos estaba, era el baño de la casona. La habitación era horrible a simple vista: un cuarto inmenso, de cerámicos perfectamente blancos, con un lavamanos a mi derecha y a la izquierda la bañera cubierta con cortinas igualmente blancas y en frente un pequeño espejo colgado a la pared que estaba roto. Era aterrador, todas esas películas de suspenso y terror psicológico pasaron por mi mente en ese instante, pareciera como que de aquel lavamanos iba a salir sangren en vez de agua o dentro de la bañera habría un cadáver, fue espeluznante en verdad.

Rápidamente me acerque a la puerta para pasar de habitación pero al abrirla uno de los gatos de la vieja loca entro al baño y casi me mata del susto, creo que parte de la borrachera de esa noche se fue con ese susto. El gato de color negro con ojos amarillos redondos tenía una expresión agresiva y sugerente, llevaba en el hocico un pañuelo rojo como el que usaba la vieja en el cuello, se lo intente quitar pero salto por la ventana por donde entre y lo único que pensé en cuanto salto era en que les cayera encima al par de idiotas que esperaba afuera, los cuales me habían involucrado en todo esto.

Cuando abrí la puerta y salió el gato, esta quedo semi-abierta, no quise abrirla más y solo mire la habitación contigua, creo que tenía mucho miedo de encontrarme con más gatos y solo contemple el cuadro en el que se dibujaba un salón el cual estaba desordenado por completo: platos rotos en el suelo, cortinas apolilladas a medio cerrar y un gran reloj justo en frente, a un par de metros desde donde yo miraba el cual estaba totalmente detenido, creo que era de madera y marcaba justamente las 12 en punto; trate de abrir un poco más la puerta y fue ahí donde sentí un olor realmente repulsivo, asqueroso e inmundo. Apestaba a podrido en ese lugar, era como el olor que la parka juzgando a un alma penitente había dejado, fue ahí donde supuse que la anciana loca ya era un fiambre, eso me produjo un escalofrío horrible ya que todo lo que anteriormente había visto en esa casa lo indicaba: el pañuelo rojo que el gato llevaba en el hocico y la ventana extrañamente abierta, todo ello llevaba a una macabra escena más delante de la vista de mis ojos y era algo que definitivamente no quería presenciar y daba paso a mi retirada fugas de esa vieja casa. Salí inmediatamente sin mirar atrás, llegue a la ventana e hice mi movimiento, como aquel gato salte ágilmente dejando atrás parte de la borrachera y emprendiendo una carrera endemoniada por las calles restantes a mi casa. Los otros dos tipos con los que andaba no estaban, los desgraciados se habían largado hace varios sustos atrás y me habían dejado solo ante tal horrorosa historia. Volví a mi casa corriendo, asustado, con taquicardia y algo enfermo, lo único que me devolvió a mi tranquilo mundo de computadoras y vagancia fue el suave abrazo de las sabanas.



Era otro ciclo: de nuevo el olor de los brebajes de mi madre, los griteríos de los mal criados por toda la casa, el olor a vomito en mi almohada fruto del festín de la noche anterior, el calor de otro de esos días de verano y todo lo demás pero no fue ello lo que me trajo a conciencia nuevamente, ahora lo que me despertaba eran las noticias del medio día y la voz quisquillosa del relator que contaba con cierta indiferencia el incendio que se había iniciado temprano por la mañana a tres casas de la vieja casona donde había irrumpido anoche. Según el informe preliminar, en una estación de gas había comenzado el fuego el cual se propago a toda la manzana pero solo cuatro casas se quemaron en su totalidad, paradójicamente una de ellas era la de la anciana, eso me dejo pensativo por unos minutos ya que la policía decía que la anciana había muerto producto del incendio, cosa que el maldito gato negro y yo sabíamos que no era del todo cierto. Fue extraño, en realidad me daba igual si la anciana ya estaría muerta antes de convertirse en cenizas o no pero obviamente este fue el tapete que cubrió toda evidencia y me dejaba una sensación de tranquilidad, pero a la vez me sentí algo responsable por no haber hablado con nadie, ni haber informado a la policía de aquel hecho.

Creo que nunca nadie sabrá que sucedió realmente con la gatúbela anciana esa noche, pero creo que al menos puedo vivir con ello, la inercia es cíclica y todo eso aun cuando el sarcasmo e ironía en el maullido de aquel gato ciega mis sueños por las noches.